Que mi padre estuviese presente en la entrevista era de lo más normal. Él es muy consciente de que se trata de mi vida, y tengo la suerte de tener un padre que sabe cuál es su lugar.
Siempre ha sabido quedarse en segundo plano esperando a que me diese el tortazo yo solo, para sacar su mano y tendérmela cuando más falta me hacía.
Siempre respetando mis ganas locas de querer descubrir la vida sin la virtud de la experiencia. Tan solo usando las ganas que te da la juventud para comerte el mundo.
La vida me va enseñando lo fuerte que hay que ser para poder convivir con la preocupación y, sin embargo, ser capaz de esconderla para que el miedo no le afecte a nadie más.
Tengo la suerte de que siempre me haya guiado y al mismo tiempo de que nunca me haya dirigido.
Y sigo sin entender por qué siempre ha estado ahí, hasta cuando no lo he merecido.
Cómo no iba a estar mi padre hoy, cuando, por fin, su mejor obra ha sido reconocida.
Muy bien.
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A veces las preocupaciones, si se comparten, en vez de esconderlas, son más llevaderas y hasta puede que te hagan ver que tal vez sean infundadas.
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