Parece que nunca aprendo a guardarme para mí los pareceres que se me vienen a la cabeza. No es menester el querer importunar a cuantos no se ven en el reflejo de mis juicios. Herir no pretendo. Tan solo busco que la experiencia de este curtido anciano sea de alguna utilidad.
El discurrir de los años hacen que mis palabras sobrevuelen, libres de temores, las conciencias más maleables. Un poso que sirva de cimiento para las nuevas generaciones. Unos cimientos que sigan dilucidando el camino que nos tocó emprender hace tantos años. Un camino que siempre fue arduo y complejo.
Que tuvo de los unos y más tarde de los otros. Y que ninguno supo agarrar con todas sus ganas pues, ¡ay amigo!, cuando te crees con el poder, es cuando lo pierdes.
Todo va y todo vuelve. Mis palabras, sus ideales. La vida reflejada en el péndulo de un reloj.