―Ya verás como al final no nos echan de menos. Si ellos están a lo suyo, mírales. Si es que se van a ahogar. Además, que tampoco me apetece ver como están todo el día dándose besos, que son muy empalagosos. Que para un día que mis padres me dejan salir hasta un poco más tarde, no me voy a pasar las horas sujetándole las velas a esos dos. ¿Tú que dices Ana, te apetece que nos vayamos a otro lado?
Pero Ana no estaba escuchando a Pedro, a pesar de que era esa voz la que más deseaba escuchar. Tampoco se estaba fijando en Raúl y en Silvia, que como buenos amigos estaban cumpliendo con su parte del plan. Ana estaba centrada en la cuenta atrás que se estaba produciendo en su estómago. Una sensación de salto al vacío. Con su vértigo, pero con su liberación. Tan solo faltaban 4 segundos y todavía no sabía si sería capaz de decírselo o no. Tres, dos, uno.
Muy bien. Con tensión dramática.
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