Empezar a jugar con las palabras parecía la mejor salida para ese callejón en el que me encontraba. La última de las opciones era la de aceptar lo que acaba de decir, a pesar de que en realidad lo pensaba.
Necesitaba ser capaz de entrar en mi palacio mental. Un lugar construido precisamente para estas situaciones. Buscar una alternativa de manera rápida y que al mismo tiempo pueda parecer creíble. No obstante, por más que busco, me cuesta encontrar algo, como si alguien lo hubiese revuelto todo.
Noto cómo me está mirando fijamente a los ojos. No puedo vacilar ni lo más mínimo. Algo tengo que ser capaz de decir. Soy consciente de que el tiempo está pasando y mi silencio puede ser la perdición. Su cara empieza a cambiar. Si me queda algún as en la manga este tiene que ser el momento de sacarlo.
Intento hablar, pero no sale nada. Me responde con una sonrisa. “Yo también te quiero”