Para no olvidarse de mi nombre se dejó la piel en el camino. Con su dolor. Con su tiempo. Con su coste.
Para no olvidarse de mi nombre se aseguró de que fuera lo primero que veía por las mañanas y lo último que escuchaba antes de dormir.
Para no olvidarse de mi nombre me dedicó tanto tiempo perdido, que tan solo se podía recompensar con mi compañía.
Para no olvidarse de mi nombre me hizo prioridad, dejando a un lado todo lo que siempre había llenado su vida.
Para no olvidarse de mi nombre me regaló su sonrisa. Su paciencia.
Para no olvidarse de mi nombre lo dejó todo en el camino. Un todo que abarca tantas cosas que nunca podrán ser recompensadas.
Para no olvidarse de mi nombre decidió coger el timón de un viaje donde la mar siempre era imprevisible.
Y todo, para no olvidarse de mi nombre. Como si eso fuera posible.