No había que darle tanta importancia y, sin embargo… Como en esas ocasiones en las que te piden discreción. ¿Qué tendrán esas palabras? Una lucha infinita dentro de ti. Un simple gesto, una mirada. Unas palabras colocadas en el orden incorrecto.
Es admirable la capacidad que tenemos para actuar en el orden equivocado. Para complicarnos la vida cuando, en realidad, todo debería ser mucho más sencillo.
Nos cuesta comprender que, entre el mensajero y el receptor, se abre un abanico de incertidumbre demasiado grande. Un abanico donde nosotros somos los encargados de pintar los matices. De interpretar lo que no se dice.
Y siempre terminamos por llevarnos las cosas al terreno que más nos duele. Como si eso nos fuese a ayudar en algo.
Tanta importancia. No había que dársela y precisamente por eso se la dimos.
Algún día aprenderemos.