La casilla de salida fue la culpable de todo. Cada vez que había que cruzar por ahí, tocaba cobrar un dinero que ya no me pertenecía. Y todo por culpa de la suerte. Los dados que te da la vida y que lanzas sin tener muy claro hacia dónde te llevan. Todo depende de donde caigas. Y es que no es lo mismo unas calles que otras. No es lo mismo un hotel que una cárcel. Otra vez pasando por la misma casilla y otra vez que todo se pone cuesta arriba. Y luego dirán que la vida es un juego.
La casilla de salida
