Poder discutir feliz en los tiempos que corren es algo que está al alcance de muy pocos privilegiados. Y no por nuestra culpa, que también. Cada día nos obligan a pensar de forma más extrema. A vivir más cerca de los polos que del ecuador. A no escuchar. A imponer. Cada vez nos enseñan mejor a ser individuos. Cada vez aprendemos mejor a que nos importe poco el colectivo. Por eso toca sorprenderse ante dos personas que sin pensar igual están de acuerdo en no estarlo. Y todo, sin perder la sonrisa.
Poder discutir feliz
